La gran mentira de la Premier
Fue hace ya algunos años cuando un gran diluvio inundó el canal de La Mancha dejando toda vía de comunicación entre Gran Bretaña y el viejo continente totalmente anegado. La conmoción en el mundo occidental fue tal que durante muchas horas llegó a pensarse en un gran desastre natural de trágicas consecuencias. Sin embargo, aquella misma mañana los tabloides británicos abrieron con un delator titular: El Canal de la Mancha inundado, Europa aislada.
Y es que los ingleses siempre han pecado de ese mismo latiguillo narcisista que les lleva a focalizar la existencia del mundo e incluso la del mismo universo bajo el nombre de anglocentrismo.
Aunque Inglaterra haya sido el país nativo de un gran número de deportes de gran éxito mundial, en realidad son el fútbol y el rugby los únicos en los que se mantiene entre la élite mundial, por el momento. Tiene la liga que mayores audiencias televisivas mueve y una selección que ha ganado un mundial y que siempre va como favorita, incluso cuando no participa como en EE.UU 94. Con un fútbol siempre atractivo y emocionante y una capacidad económica superior a la de sus vecinos europeos los equipos ingleses llevan muchos años siendo la vanguardia del fútbol mundial. Sin embargo, en los últimos años parece que la gloria les da la espalda.
Tras la explosión futbolística de la liga y la selección española tras la consecución de la Eurocopa del 2008 el mundo del balón ha puesto sus ojos en nuestro país. La vuelta de Florentino al Madrid y la irrupción de Guardiola en el Barcelona han creado dos modelos de fútbol total que ningún club del mundo puede igualar a día de hoy. Como la caja blanca vuelve a rebosar dividendos y en Can Barsa no les hace falta fichar demasiados jugadores cada verano para seguir en la élite la ruleta ha girado y ahora son estos dos clubs los que centran el interés de todos los grandes jugadores del mundo.
Y es que la mayoría de clubs ingleses parecen condenados a seguir durante años tratando de reconstruirse a base de sollozos. El Manchester City y el Tottenham aún no han conseguido crear un equipo competitivo a pesar tener petrodólares para invertir en todo aquello que les apetezca. El Arsenal acaba pecando año tras año de su preocupante inseguridad e inocencia modélica. Liverpool y Chelsea siguen tratando de arreglar los desaguisados provocados por Benítez y Mourinho en sus ansias faraónicas. El único equipo que sobrevive en la élite europea es el Manchester United, presente en cuatro de las últimas cinco semifinales de Champions. Y es que Ferguson fue el pionero, aunque nunca tan exquisito, en la idea del fútbol total que ahora practican Madrid y Barça. Un fútbol moderno en el que el equipo superior trata de arrollar desde el primer minuto tanto física como técnicamente al rival. Un planteamiento sin duda tremendamente complicado y arriesgado pero que a día de hoy nos deja con tres plantillas que, sin duda, se encuentran entre las mejores de la historia.
El fútbol inglés ha sido siempre un juego emocionante, divertido, nervioso, vibrante. El balón se mueve de un lado al otro sin parar, sin pensar demasiado. Los jugadores viven de instintos, de corazonadas, siempre tratando de avanzar cueste lo que cueste. Y eso generó un juego realmente entretenido a la vez que caótico. Pero para mantener este estilo se necesita, sin duda, poseer jugadores de gran calidad, sino nos encontramos con un batiburrillo de patio de colegio que acaba con la paciencia de cualquier aficionado al fútbol.
Con la pérdida de la vanguardia futbolística mundial nos encontramos ahora con una Premier y una selección inglesa realmente dañadas tratando de dar sentido a un juego que no son capaces de practicar. Apostar por el frenesí en vez de por el talento les ha llevado a engendrar centenares de centrocampistas empeñados en estar en todas partes y hacer de todo a medias en vez de tratar de dar coherencia y sentido al juego, los conocidos como box to box. Estos sobrevaloradísimos futbolistas han creado un estilo de juego caótico y enervante que sus compañeros son incapaces de asimilar.
Yo he de reconocer que soy un devoto del fútbol vibrante y dinámico, de los árbitros que no interrumpen el partido cada dos por tres, del césped exuberante y veloz, de las aficiones que cantan hasta en los descansos, del olor a fútbol a las tres de la tarde. Sin embargo, aunque me alegra que el templo de fútbol ahora resida en España recuerdo con añoranza aquellos años de Premier genial y vibrante en la que jugadores como Cristiano o Lampard hacían las delicias de unos cuantos locos del fútbol. Ojalá pase pronto el diluvio e Inglaterra recupere su talento y vuelva a la senda del buen fútbol.
Javier del Mar
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